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La temperatura perfecta para ahorrar energía y conservar bien los alimentos

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El frigorífico es uno de los electrodomésticos de la casa que más energía consume, sobre todo porque tiene que estar las 24 horas encendido y trabajando para mantener los alimentos en su interior en buen estado. A pesar de ello, hay formas de usarlo que permiten ahorrar.

En todas las neveras es posible encontrar una especie de termostato que posibilita regular la temperatura del interior. De esta forma, conocer las temperaturas máxima y mínima a la que es aconsejable poner la nevera ayudará a ahorrar en la factura de la luz.

La temperatura ideal

Lo primero que hay que saber es que tener la temperatura muy baja es contraproducente. Además de gastar mucha más energía puede provocar que se forme escarcha en el interior de la nevera. Esto genera malos olores, que las puertas no sellen correctamente y, por tanto, una pérdida de energía.

En el lado opuesto, tener la nevera a una temperatura muy alta tampoco es recomendable. Esta no permite conservar los alimentos de forma correcta, sobre todo los productos frescos y los ya cocinados, de forma que pueden acabar estropeados y en la basura sin llegar a consumirlos.

Teniendo esto en cuenta, hay que saber que la temperatura interior del frigorífico puede oscilar entre los 3ºC y los 7ºC (en el caso del congelador, esta es de entre -20ºC y -18ºC), tal y como señala la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). Entre esas temperaturas es posible mantener los alimentos en buen estado y al mismo tiempo ahorrar en el gasto de energía.

En caso de no saber cuál es la temperatura ideal o si es bueno o no ponerla a 7ºC, hay que tener en cuenta factores que también influyen. Algunos de ellos son cómo de llena o vacía esté la nevera, así como la cantidad de productos frescos que tenga en su interior.

Otras formas de ahorrar en el consumo de la nevera

Si el frigorífico tiene más de 12 años puede ser que haya llegado al final de su vida útil y sea momento de cambiarlo. En este caso, aparte de no elegir uno más grande de lo necesario, otro de los consejos más importantes a tener en cuenta es, a la hora de comprarlo, adquirir un frigorífico que sea energéticamente eficiente.

Aunque sean más caros, estos modelos saldrán más baratos a la larga porque tienen un menor impacto en la factura de la luz. Es más, un frigorífico eficiente supone un ahorro del 40%, que se puede traducir en más de 250 euros al año. Por otra parte, mantener la parte de atrás de la nevera en buen estado, libre de polvo y suciedad, es también importante. De esta forma la ventilación podrá trabajar de forma adecuada y el frigorífico no se sobrecalentará, lo que también influye en el ahorro.

Evitar la formación de escarcha es también algo fundamental. Con solo tres milímetros ya habrá un aumento de energía del 30%. del consumo. Por último, un gesto tan simple como no meter comida caliente en el frigorífico también puede suponer un gran ahorro de energía. El electrodoméstico necesitará hacer un sobreesfuerzo para enfriarla, lo que se traducirá en más consumo energético.

Otros consejos de la OCU para ahorrar energía

Bombillas encendidas
Bombillas encendidas. Foto: Pixabay

Dejar los aparatos electrónicos en modo de espera o ‘stand by’ consume más energía de que la se cree y, de igual forma, también lo hacen los cargadores si se dejan enchufados, aún sin usarlos. Este falso apagado supone un consumo de energía de hasta el 10% de la factura eléctrica (unos 60 euros al año).

En cuanto a la iluminación, es mejor aprovechar al máximo la luz natural y la luminosidad ambiental que dan los colores claros. Para cada actividad (leer, ver la tele o simplemente de ambiente) usar el tipo de luz más adecuada y, además, limpiar con regularidad las lámparas y bombillas. Todo ello puede suponer un ahorro de hasta el 25% en la factura. Además, este será casi el doble si se apagan las luces que no se estén usando.

Las bombillas de bajo consumo, igual que en el caso de los frigoríficos, son más caras pero acaban compensando. Duran mucho más y, en comparación con otros tipos de bombillas, ayudan a ahorrar buena parte de la energía destinada a iluminar. Cambiar los fluorescentes por un LED supone un ahorro del 50%; en caso de estar cambiando bombillas incandescentes, sustituirlas por el LED lleva a ahorrar hasta un 90% de la energía dedicada a iluminar.


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