Ahorrar en la factura de la luz es algo cada vez más importante, para lo que las personas aplican diferentes métodos en sus hogares. Uno de los electrodomésticos que más consume, sin lugar a dudas, es el frigorífico. Por ello, utilizarlo de forma correcta permite evitar errores y optimizar al máximo la energía del mismo, permitiendo que gaste menos.
Uno de los puntos más importantes para ahorrar en el gasto de la nevera es la temperatura a la que esté. Algo importante a tener en cuenta a la hora de seleccionarla es que cada grado puede hacer que el consumo de este aumente de forma considerable. Es algo parecido a lo que ocurre cuando se habla de la temperatura óptima para la calefacción o el aire acondicionado.
Por ello, tanto en el caso del frigorífico como del congelador, poner una temperatura menor de la necesaria supondrá que el consumo aumente notablemente. Es por ello que los expertos tienen clara cuál es la temperatura a la que debería estar siempre el frigorífico: entre los 5 y los 7 grados.
Ponerlo a una temperatura inferior a esa no va a tener ningún efecto positivo mientras que, por el contrario, hará que el consumo energético del electrodoméstico aumente. Esto es porque la nevera va a tener que consumir más recursos para mantener esa temperatura inferior.
Por tanto, hay que tener en cuenta que siempre debe estar la temperatura entre 5 y 7, ya que mantendrá los alimentos en perfecto estado y también ahorrará luz. En cuanto al congelador, la temperatura ideal es entre los -16 y los -18 grados. Al igual que ocurre con el frigorífico, tenerlo a una temperatura inferior no va a aportar nada positivo. Por tanto, la temperatura ideal es dentro de esa horquilla.
En conclusión, para mantener bien los alimentos y al mismo tiempo ahorrar en la factura de la luz el frigorífico debe tener una temperatura de entre 5 y 7 grados. El congelador, por otra parte, debe estar entre los -16 y -18 grados.
La importancia de mantener la temperatura
Pero seleccionar la temperatura óptima en el frigorífico no es lo único que influye. Algo que es casi más esencial es mantenerla. Aunque parezca algo fácil o una tontería, la realidad es que los cambios de temperatura son mucho más comunes de lo que parece.
Un ejemplo de ello es el abrir la puerta. Cada vez que se realice este gesto supone que entre el aire caliente de fuera y, por tanto, haya una pérdida de energía. A su vez, esto va a provocar que el electrodoméstico tenga que volver a enfriar y gaste aún más electricidad.
De esta forma, algo que es una buena idea es tener un frigorífico lleno de cosas. Mucho mejor, además, que si está vacío. Esto es porque al tener muchos alimentos dentro permite que entre menos aire caliente, ya que este va a encontrarse con obstáculos al entrar. Los productos fríos rechazan al aire caliente, haciendo que el compresor de aire tarde más en conectarse y, por tanto, se ahorre luz.
Otra acción importante que puede ayudar a ahorrar luz, más allá de solo abrir la puerta en los casos que sea necesario, es no meter alimentos que estén calientes. Hacerlo supone lo contrario a ahorrar luz, ya que el frigorífico necesitará más energía para poder enfriarlo.
Por el contrario, lo que sí que puede ser beneficioso es meter productos congelados para que se descongelen ahí. De esta forma es posible aprovechar el frío que desprenden y, de paso, ahorrar algo de electricidad. Al final, llevar a cabo algunos cambios o implementar nuevos hábitos es la clave para bajar un poco la factura de la luz.
