La nevera ha sido seguramente la mayor revolución de las cocinas del siglo XX. Conseguir refrigerar alimentos ha permitido a través del frigorífico mejorar la calidad de vida de millones de personas en todo el mundo. No es una frase hecha, sino una realidad que ha permitido conservar alimentos perecederos durante más tiempo, haciéndolos además más accesibles para la mayor parte de la población.
Electrodoméstico fundamental de nuestros hogares —seguramente el más relevante junto a la lavadora—, la nevera no es necesariamente la mejor ‘casa’ para un sinfín de productos. A pesar de ser perecederos, muchos productos cambian sus texturas por el contacto con el frío intenso, malográndose.
Eso no quiere decir que, a partir de cierta madurez, algunos elementos sí sea conveniente guardar en frío. Sin embargo, buena parte de nuestra cesta de la compra, incluso hablando en productos frescos, se conservará mejor a temperatura ambiente. Moderada, por supuesto, que ni suponga 35º ni -4º, pero un término medio que oscile entre los 15º y los 20º puede ser una temperatura relativamente amable.
Sucede con ciertos fiambres curados que no exigirían nevera (embutidos como el chorizo, el lomo, el salchichón y otras chacinas como el jamón), pero sobre todo con frutas, verduras y hortalizas que pueden sufrir en demasía las bajas temperaturas de la nevera. Aún con la creación del clásico ‘cajón de las verduras’, donde las condiciones son más propicias para mantenerlos, no siempre son aptas para todos los productos.
Por qué mantener algunos alimentos fuera de la nevera
Es lógico pensar que todo lo perecedero es susceptible de entrar en la nevera, pero no es necesariamente así. Algunos productos pueden sufrir cambios en su composición; otros modifican su textura y dejan de ser agradables al paladar y otros, como es lógico, no están hechos para vivir por debajo de los 10º.
Sin embargo, si tenemos productos muy maduros —especialmente frutas— es más que conveniente frenar esa maduración a costa del frío de una nevera. Como resumen, veremos que un cierto sector frutal no demanda la presencia de frigorífico y, por contra, algunos tipos de hortalizas no soportan bien la temperatura ambiente una vez recolectadas.
Patatas
La patata cruda se debe almacenar en un lugar fresco, seco, oscuro y lo más alejado posible de fuentes de olores. Es por eso que la nevera es un mal hogar para ellas, principalmente por el frío intenso. No solo porque estropee su textura, sino porque se endulzan en exceso.
Esto sucede porque sus almidones se convierten en azúcares simples, curiosamente lo contrario que pasa para la formación del almidón resistente. Si los convertimos en azúcares simples, cuando las consumamos, tendrán la facilidad de elevar más rápido el índice glucémico.
PD: No almacenéis patatas y cebollas juntas, pues las segundas desprenden etileno, una sustancia que favorece la maduración y por tanto la oxidación de las frutas y verduras que las rodean.
Tomate
Al tomate le siente muy mal el frío, a pesar de ralentizar su maduración y alargar su conservación, pero el riesgo que corremos es empeorar su calidad. La deshidratación de la nevera perjudica la calidad de la pulpa del tomate, principalmente agua, por lo que cuando lo sacamos de la nevera estará ligeramente harinoso y poco crujiente, cualidades poco apetecibles en esta clase de alimentos.
Eso no significa que fuera de la nevera todo valga con el tomate. Si lo conservamos, mejor alejado de la luz directa y de olores intensos. Además, es preciso conservar el pedúnculo y que los tomates estén volteados —con este pedúnculo hacia abajo— para evitar la deshidratación.
Frutas tropicales
Mangos, guayabas, papayas, fruta de la pasión, pitahaya, piña… Aunque sigan sonando exóticos, la mayor parte de estas frutas ya se cultivan con éxito en España. Eso no significa que debamos cambiar la forma de conservarlas, principalmente cuando metemos a la nevera en la ecuación.
Pensemos en cómo crecen estas frutas: alta humedad, temperaturas constantes y elevadas… Parece lógico pensar que no necesitan el concurso de la nevera para mantenerse en plena forma. Por este motivo, estos alimentos solo exigen un frutero que permita que no se aplasten, perfecto. Eso sí, una vez abiertas, mejor meterlas en la nevera para que no se oxiden.
Granos de café
Durante muchos años ha sido relativamente habitual mantener en un envase hermético el café, molido o en granos, dentro de la nevera. Por desgracia, lo único que conseguíamos con ello, a pesar de creer que manteníamos su aroma y frescura, es deshidratarlo y crear una ligera condensación que altera su sabor.
El mejor lugar para conservar café es un recipiente hermético, sí, pero fuera de la nevera —en una alacena oscura, aislada de olores intensos preferiblemente— y siempre pendientes de que esté bien cerrado para que no se seque de más.
Chocolate
El miedo a que nuestras tabletas de chocolate y chocolatinas se derritan ha provocado que durante muchos años hayamos pensado que la nevera es un refugio seguro. Por desgracia no es así. La grasa del chocolate permite absorber olores con mucha facilidad, así que quizá os sepa extraño al llevarlo a la boca.
En un mismo sentido, sucede que en la nevera vemos que el chocolate adquiere ciertos colores blancos. Este fenómeno se conoce como fat bloom y no es más que partículas de manteca de cacao que van a parar al exterior del chocolate. Más allá del aspecto, también luego provoca que luego tarde más en fundirse. Cuando esto pasa no es tan apetecible a nivel gustativo, algo fundamental en este tipo de alimentos.
Aguacate
Nuestro verde amigo es cierto que es un fruto tropical y que podríamos haberle dado cabida más arriba, pero sus condiciones nutricionales le hacen excepcional. El aguacate es un fruto climatérico, es decir, madura una vez que se ha separado del árbol.
Esto hace que, si ya tenemos un aguacate maduro, debamos meterlo en la nevera. Pero sí aún está verde o duro, es conveniente mantenerlo a temperatura ambiente hasta que llegue su madurez. Una vez conseguida, mejor en frío porque su porcentaje de grasa y agua permite que se enrancie a temperatura ambiente con bastante facilidad.